Autores: Luis Rodrigo Islas Monzalvo // María Fernanda Sánchez Tejeda
La muerte suele ser vista como un hecho natural e irremediablemente inevitable, otras veces como a un enemigo al que hay que conquistar; las identidades culturales van moldeando nuestras experiencias de pérdida y los rituales que la rodean.
Con el paso del tiempo, la muerte se ha convirtió en una experiencia meditativa de introspección: la vida debía ser la preparación para la eternidad; la muerte continúa considerándose como una intervención de Dios, dramatizada en el momento de la agonía, en alusión a una lucha encontrada entre ángeles y demonios que se disputan el alma del que va a morir y a la arquitectura funeraria como un reflejo de estas creencias. En cada tumba hay un detalle único, con representaciones de cada grupo y cultura que representa la personalidad del fallecido[1]
En esta ocasión, hablaremos del patrimonio funerario como una doble vía: desde lo estético, a partir de la forma en que están construidos algunos panteones, los altares y memoriales que se encuentran en las carreteras, así como de la apropiación que hacemos de ellos a partir de los recuerdos y la convivencia continua de la ciudad de los muertos con la ciudad de los vivos.
Usaremos de ejemplo -o de pretexto- que quienes escribimos este artículo, somos originarios del mismo pueblo; nuestras familias han crecido juntos desde hace muchas generaciones y, por ende, compartimos gran parte de nuestra identidad cultural.
Todo comenzó en una noche con neblina, de esas que nos suelen tocar con frecuencia, en que reflexionaba una amiga en común sobre el lugar en el cementerio que nos tocaría para ser enterrados, entre broma y broma, mencionaba que ni después de muertos estaríamos lejos los unos de los otros.
Esta idea nos quedó en la mente y cuando tuvimos la oportunidad de visitar el panteón municipal: nos dimos cuenta de que, desde hace muchos, muchos años, nuestras familias han estado cerca, aún después de la muerte, al igual que la estirpe del resto de nuestro grupo de amigos.
[1]
Introducción de la carta internacional de Morelia relativa a cementerios patrimoniales
Islas, Luis Rodrigo. 2022. Cerca en la vida y en la muerte. Fotografía. Colección personal
Esto no es extraño, si tomamos en cuenta que el municipio del que somos, Mineral del Chico, en el Estado de Hidalgo, es bastante pequeño. En el último censo (2020), se menciona que la población total es de 8,878 habitantes de los cuales 533, corresponden a la cabecera municipal, dónde vivimos.
Desde la antigüedad, las sociedades han señalado como lugares sagrados los espacios donde están los restos de sus antepasados; resguardados, menciona Cuenya (2008), por el terruño que los cobijó o que los vio nacer. Justo, de dónde nos sentimos apropiados: por ejemplo, mencionaba un pequeño de 4 años cuando explicábamos los riesgos de cruzar la calle sin mirar a ambos lados, que tendría más cuidado porque si no, se moriría para siempre y tendría que acabar en una tumba en El Chico, y ahí, hace mucho frío.
Islas, Luis Rodrigo. 2022. Entre el Paraíso y el Edén Fotografía. Colección personal
Es decir, él, a sus 4 años, ya sabe que toda su familia pertenece al pueblo y que el lugar sagrado donde está y donde estará el resto de su genealogía será el cementerio municipal que visita de vez en cuando. Él ya está apropiado y tiene, de alguna manera, claras sus raíces. Si reflexionamos desde este punto de vista, entonces llenamos de sentido aquella famosa estrofa de “si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.
Menciona Velázquez y Bernal (2009), que “Los cementerios son un libro abierto. Sus páginas son un referente urbano, un catálogo de leyendas, un álbum de fotos, un centro de murmuraciones y habladurías de voces silenciosas, un centro documental, un museo del anonimato, un fragmento de ciudad, una cámara para recrear la memoria, una galería de arte, una marca registrada N.N., un lugar pedagógico, un patio de juegos, un jardín ornamental, un espejo, un recinto donde se ocultan las tragedias, una caja mágica aún sin descubrir”.
Islas, Luis Rodrigo. 2022. Colores. Fotografía. Colección personal
Ahora bien, si hablamos de los panteones y el patrimonio cultural de ellos emana (que también podemos llamar patrimonio funerario), menciona la Carta Internacional relativa a cementerios patrimoniales, se refiere no sólo al patrimonio actual formado por arquitectura, objetos artísticos y costumbres funerarias, sino a toda la variedad de manifestaciones de ese tipo en distintas épocas y distintas culturas, y tiene por objeto reafirmar el derecho a la cultura en estos espacios funerarios y la conveniencia de combinar la preservación de su autenticidad con la gestión en el presente y el futuro.
Con el paso de los siglos, el lugar destinado a los muertos ha ido cambiando, en su mayoría por decisiones políticas. Hagamos un breve repaso:
En la época virreinal, describe Morales (1992), la costumbre era sepultar a los muertos en las iglesias, aquellas personas que tuvieran los suficientes méritos para ello y que además pudieran costearlo, la esencia era estar cerca de los santos y así obtener su intercesión. En las fotos siguientes de la capilla de El Señor de los Laureles, en la comunidad de El Puente, en Mineral del Chico, fechada en el siglo XVIII, se muestra el camposanto que la rodea.
En la imagen (4) se muestra desde la entrada la capilla y las tumbas de su alrededor, mientras que en la foto (5) la vista desde la puerta de la capilla (si se observa con atención puede verse la cruz atrial), por su parte, la imagen (6) muestra la parte trasera de la capilla.
Islas, Luis Rodrigo. 2022. El Puente y su camposanto I. Fotografía. Colección personal
Islas, Luis Rodrigo. 2022. El Recuerdo y un panteón. Fotografía. Colección personal
Islas, Luis Rodrigo. 2022. El Puente y su camposanto II. Fotografía. Colección personal
Ahora bien, con la llegada de la Ilustración, la imagen de la muerte como compañera cotidiana se tornó más alejada, en una imagen que ponía en peligro la armonía social, como consecuencia se separaron los espacios de los muertos con el de los vivos aunado a las recomendaciones de salud, eligiendo así las afueras de las poblaciones para la creación de cementerios, orientadas, generalmente a dónde el aire circulara.
En la imagen siguiente (7) podemos observar tumbas de la segunda mitad del siglo XVIII del cementerio de Mineral del Chico, que está a las afueras del centro histórico de la comunidad.
Islas, Luis Rodrigo. 2022. Tumbas al sol. Fotografía. Colección personal
A continuación, haremos la comparación del camposanto municipal de Mineral del Monte, uno de los municipios vecinos de nuestro pueblo, Mineral del Chico, que también con herencia minera, pero con influencia mayoritaria británica, que tiene dentro de su patrimonio el panteón inglés, que es, a su vez, parte del patrimonio cultural de Cornwell.
Islas, Luis Rodrigo. 2022. Panteón inglés entre neblina. Fotografía. Colección personal
La imagen que tenemos a continuación es la tumba de Carmen Lyra, en el cementerio general de San José en Costa Rica. María Isabel Carvajal, fue una escritora costarricense nacida en 1888, fundó el primer colegio Montessori en Costa Rica, estudió en Europa y fue conocida en Centroamérica por la creación de colecciones infantiles y novelas juveniles; fue la primera profesora de literatura infantil en el país y en las últimas décadas de su vida, se destacó como periodista y como hábil dirigente del Partido Comunista de Costa Rica. Perseguida por sus ideales, fue desterrada a México donde murió en 1949, posteriormente regresa a Costa Rica.
Como podemos ver en los panteones de ejemplo, no solo son refugio de tristezas o miedos y cuerpos inertes, también cuentan historias, habla su arquitectura e incluso su posición en el mapa.
También, hablando de recuerdos e historias, en la carretera Mineral del Chico-Carboneras, en la que solemos correr, a un par de kilómetros lejos de nuestras casas y adentrado en el bosque, empezó a llamarnos la atención el memorial de un ciclista que falleció hace algunos años, misma curva en la que -quizás por casualidad- se escucha ruido en el monte como si alguien estuviera bajando.
Sánchez, María Fernanda. 2022. Saludando a un compañero. Fotografía. Colección personal
Seguimos corriendo, un día, dos días, semanas más, hasta que saltó una duda ¿es que los muertos nos acompañan en el camino? ¿es acaso que corremos para alcanzar a la muerte? O, ¿estamos tratando de escapar de ella? Quizás es que siempre nos acompaña y apenas fuimos conscientes de su presencia.
El ciclo de la vida es esencial para poder asimilar la muerte, especialmente para las personas, puesto que los seres no racionales no tienen la necesidad de enfrentarse al drama de la muerte de un ser querido o al miedo de la propia desaparición. El concepto de la muerte es clave para asimilar la vida.
Por lo anterior, es importante la enseñanza del término desde que somos pequeños para poder entender que todo lo que nace irremediablemente tiene que morir, más pronto o más tarde; en otras palabras, que todo lo que está sujeto a surgir, está sujeto a cesar.
Contradictoriamente, por más que se nos enseñe que la muerte es parte de la vida, no vivimos pensando en el final, muchas personas miran a la muerte como algo ajeno, hasta que alguien de tu entorno se va y ahí, ya no resulta ser tan lejano, afectándote emocional y mentalmente. Nadie quiere irse realmente, por eso rezamos siempre, -aunque no seamos cristianos- y creemos también en las segundas oportunidades.
Casi nunca se piensa en la muerte, simplemente vivimos sin cuestionarnos la idea de que mañana posiblemente no despertemos: esa mentalidad no existe en la cabeza; despertar es un hecho, no un milagro. Y no es que los humanos seamos soberbios con respecto a la vida, puede sea el miedo a la muerte per se, la que nos hace evadir pensar en ella y por un momento sentirnos que somos inmortales.
Fuentes:
- Bermejo Lorenzo, Carmen. 2010. “El Patrimonio Funerario Y La Protección De Los Cementerios: Retos Y Perspectivas”. Revista Chilena De Historia Y Geografía 170: 55-84.
- Bernal Botero, Diego Andrés. 2017. “Elementos Para La Puesta En Valor Del Patrimonio Funerario: Caso Medellín”. Revista UNAULA, no. 37: 85-97.
- Carta Internacional de Morelia relativa a cementerios patrimoniales.
- Gutierrez Viñuales, Rodrigo. 2006. “El Patrimonio Funerario En Latinoamérica”. Apuntes 18 (1-2): 161-170.
- Morales, Ma. Dolores. 1992. “Cambios En Las Prácticas Funerarias. Los Lugares De Sepultura En La Ciudad De México 1784-1857”. Revista De La Dirección De Estudios Históricos 27 (octubre-marzo): 97-104.
- Velázquez Parra, Catalina, and Diego Andrés Bernal Botero. 2009. “Espacios Para Disfrutar Los Recuerdos”. Periodico El Mundo Medellín Colombia.
Agradecimientos: Hist. Mariana Perea, Hist. Alejandro Mora